Modernizar la ley para permitir que más profesionales trabajen desde Ecuador hacia el mundo no es solo una demanda justa, es una oportunidad económica para el país.
1. El crecimiento silencioso del profesional remoto en Ecuador
Cada vez más personas en Ecuador trabajan para empresas en Estados Unidos, Europa o Asia sin necesidad de salir del país. Son programadores, diseñadores, traductores, consultores, marketers, entre muchos otros. Ganan en dólares o euros, pagan servicios, consumen localmente y, a pesar de ello, siguen siendo invisibles para las políticas públicas.
Este movimiento, aunque creciente, carece de respaldo legal claro. Hoy por hoy, la legislación ecuatoriana no está pensada para ellos.
2. ¿Por qué importa esto para el país?
Porque estos profesionales no solo generan ingresos para sí mismos, tambien traen capital fresco al Ecuador. Sus ingresos en moneda extranjera terminan circulando en la economía nacional:
- Pagan arriendos, servicios, salud, educación.
- Contratan otros servicios locales (contadores, soporte técnico, coworking, capacitaciones).
- En muchos casos, crean empleos indirectos o inspiran a otros a seguir la misma ruta.
Fomentar este tipo de trabajo es apostar por una nueva forma de exportación: la exportación de conocimiento.
3. Las barreras actuales
A pesar de los beneficios, las barreras son muchas:
- El Código del Trabajo no contempla esta modalidad: no existe una figura clara para el trabajador remoto que presta servicios a una empresa extranjera.
- Afiliarse al IESS es complejo si no tienes un empleador local. La afiliación voluntaria no está diseñada para esta realidad.
- No hay incentivos tributarios ni programas de apoyo para este tipo de profesionales, como sí existen para exportadores de bienes.
- Muchos enfrentan inseguridad jurídica: tributan como si fueran empresas, sin los beneficios ni protecciones.
4. ¿Qué debería cambiar? Propuestas clave
Para que el trabajo remoto con empresas extranjeras se convierta en una verdadera palanca de desarrollo, el Estado ecuatoriano debería:
- Crear una figura legal que reconozca al trabajador remoto internacional independiente.
- Facilitar la afiliación al IESS con modelos adaptados a esta modalidad, incluyendo coberturas parciales y flexibles.
- Establecer incentivos fiscales para promover la formalización, sin cargar con exigencias pensadas para grandes empresas.
- Incluir esta modalidad en las estrategias de promoción económica del país, igual que se hace con el turismo o las exportaciones tradicionales.
- Generar campañas de educación financiera, legal y tributaria para quienes están ingresando a este modelo.
Revisar el enfoque del Servicio de Rentas Internas (SRI), que actualmente exige que las empresas extranjeras tengan sucursales o representaciones locales. Este requisito, aunque entendible en ciertos contextos, es una barrera costosa y poco realista para muchas empresas del exterior, especialmente en un mundo donde la contratación remota es cada vez más flexible.
Es preferible enfocar la regulación en empoderar al profesional ecuatoriano con herramientas de formalización, antes que esperar que cada empresa internacional constituya una sociedad en Ecuador.
Una política moderna para un talento global
Ecuador tiene el talento. Tiene la conectividad. Tiene profesionales que ya están trabajando para el mundo. Lo que falta es una legislación que abrace esa realidad.
El trabajo remoto no es una amenaza para el empleo local. Es una forma inteligente de insertar al país en la economía global, de atraer ingresos, diversificar el mercado laboral y generar oportunidades.
Lo que hoy falta en la ley, puede convertirse en una política de Estado. Una que apueste por el conocimiento, por el profesional ecuatoriano, y por un futuro más conectado, justo y sostenible.