El Diario de una Geek en Chile
Las Redes Sociales se han convertido en una tendencia mundial en expansión, han invadido nuestras vidas mostrándonos un sinfín de posibilidades para comunicarnos, pero ¿Cuánto se ha distorsionado el concepto de comunicación?
Venezuela, paradójicamente, a pesar de poseer una plataforma tecnológica y de telecomunicaciones prehistórica, es uno de los países con mayor consumo de datos móviles en América Latina; la televisión digital o análoga ha dejado de ser la principal alternativa para mantenerse informado debido a las restricciones impuestas por el gobierno, motivo por el cual las redes sociales han pasado a ser herramientas de información de primera mano. Esto ha creado una necesidad de estar en twitter, instagram, facebook o tener whatsapp para enterarse de los acontecimientos políticos, económicos y sociales que hacen parte de la vida cotidiana de un venezolano.
Lamentablemente, a pesar de sus enormes beneficios, no hay forma de controlar este fenómeno comunicacional. Se hace difícil evitar caer en el juego de un nuevo concepto introducido por el marketing digital denominado “viralización de contenido”, bajo el cual, cualquier persona puede compartir información de todo tipo y esta es expandida como un virus a través de las redes sociales, contenido cuya veracidad no es responsablemente confirmada, no existe derecho de autor, no posee exclusividad y por ende cualquiera puede editarlo, exagerarlo y manipularlo a su antojo.
En Redes Sociales, la capacidad de causar emociones es un factor del cual depende en gran medida el éxito del contenido compartido, aquello que no genere emoción, ya sea positiva o negativa simplemente no impacta y, por lo tanto, su probabilidad de viralización tiende a cero. Exagerar la información que se transmite, difundir mentiras e involucrar a personalidades reconocidas, son técnicas comúnmente empleadas por los genios del marketing digital en este infinito universo para asegurar su posicionamiento dentro de su comunidad de seguidores. Un campo de guerra en el que todo se vale.
Sin duda, todos los países son víctimas en algún grado de la viralización en redes sociales y sus amplios efectos colaterales. Particularmente en Venezuela, por la situación desafortunada que atravesamos, tiene un gran impacto emocional que mueve masas más allá de nuestras fronteras, lo que considero la convierte en blanco perfecto para hacernos víctimas de este moderno concepto.
¿Es entonces la situación de Venezuela usada como protagonista para llegar a los sentimientos de los seguidores y así lograr una efectiva viralización? Considero que sí. Por desgracia se realiza sin medir el impacto negativo que esto genera en nuestra sociedad.
La extrema confianza que sienten los usuarios hacia la información que ven a través de estos medios digitales y lo repetitivo que se hace el contenido compartido, provoca una serie de efectos desencadenados: gran dependencia, paranoia mediática, ansiedad colectiva, odio, ira, resentimiento, miedo y un sinfín de emociones, llevadas a sus máximos niveles.
No pretendo sugerir que la situación en Venezuela no sea grave, sin duda lo es. Pero definitivamente considero que la forma en que la información es compartida, sin ninguna responsabilidad, afecta el bienestar mental y emocional de nuestra sociedad. En mi opinión, una alternativa para controlar que nos convirtamos o no en victimas radica en ser conscientes, ser capaces de analizar cuál es el objetivo de la fuente que transmite la información, ¿busca realmente comunicar o solo viralizar jugando con nuestras emociones? Estar alerta puede ayudarnos a minimizar estos efectos tan dañinos que en nada benefician nuestra situación país.
Ser prudentes con el contenido que compartimos e intentar confirmar su procedencia y veracidad es otro factor de gran ayuda, ser responsables es nuestro pequeño granito de arena para evitar convertirnos en parte del problema. Recordemos que podemos dar uso inteligente a estos maravillosos inventos que continuarán invadiéndonos sin dejar que nos sobrepasen en astucia, somos sapiens.
Chao, chao.